miércoles, 24 de agosto de 2011

El encanto de Isabel Cristina Estrada


El encanto de Isabel Cristina Estrada




 
Hace unos años ya había sobresalido como jugadora de voleibol, reina e ingeniera de sistemas.

Isabel Cristina Estrada se sienta en el comedor de su casa, retira sus audífonos, mira su Iphone seguramente para leer lo último que sus seguidores le escriben en Twitter y cierra su computador portátil. Le resulta bastante cómodo tener algo así como 35.000 seguidores que a diario le recuerdan que es hermosa y talentosa, que es sexy. “¿Sexy yo? No me parece, es solo una faceta que sale de vez en cuando. Soy una mujer normal”. Y comienza hablar como si no tuviera control, porque las palabras le fluyen con naturalidad. “Si vos me pones a hablar… olvídate.”

Vive en un apartamento pequeño, con varias revistas sobre la mesa y el Ensayo sobre la ceguera de Saramago que leerá próximamente por recomendación de su esposo. Su esposo, con quien aparece en una de las repisas dentro de un marco plateado, una fotografía tomada en Tolú el día de su matrimonio hace casi dos años y medio. “!Dios mío, Santo Padre, dame paciencia!” , dice cuando la conversación la interrumpen los inoportunos martillazos de un vecino igualmente inoportuno. No se pone de mal genio y sonríe, pero no deja de molestarle. ¿A quién no le molestan los martillazos en una tarde tranquila?, ¿quién no tiene un vecino inoportuno?

Debajo de un considerable cuadro de los Beatles está su bicicleta, que a simple vista luce profesional. “Y si la cogieras, ni te digo… no pesa nada”. Ella está orgullosa de su bicicleta, la que todos los días, a las 6:00 a.m., la lleva por una empinada ruta a Patios, en La Calera, donde descansa un rato para luego bajar de vuelta a la ciudad. Nunca ha podido batir su record de 31 minutos, pero su tiempo nunca supera los 36. Después va al gimnasio por una hora y media más de ejercicio y luego a los sets de grabación o a donde quiera que tenga que ir. Se escucha fácil, pero basta con ver la ruta. Basta tan solo con ver el cuerpo sensacional de Isabel Cristina Estrada.

A los sets de grabación entra con un cuaderno en el que anota las indicaciones del director. Sus colegas actores la miran con cierta extrañeza. Es su método. Es simple. Antes que actriz es ingeniera de Sistemas y tomar nota forma parte del trabajo, como si se tratara de un requisito para tener éxito. No sería descabellado decir que Isabel podría ganarse el concurso de la nerd más bella de historia, o al menos de Colombia. Decir de Antioquia sobraría, porque en 2001 representó a su departamento en el Reinado Nacional de la Belleza y por un año fue la más bonita de todas las paisas, que ya es significativo. -¿De qué quedaste en el reinado? “Ja! De muy amiga de todas”, bromea. En realidad ocupó el sexto puesto y por una casilla más hubiera entrado en el grupo de las que responden preguntas y se exponen a pasar del anonimato al desprestigio público en un par de frases y por el resto de sus días.

Ella respondió bien, pero no en Cartagena. Le preguntaron algo sobre el amor que ya no recuerda y las palabras le fluyeron como ahora, cómodamente sentada en su hogar, mientras ríe y recuerda que alguna vez fue la Reina Mundial del Banano. “Así es, y no me da pena así suene charro y a pesar de que en Colombia la gente se burle de los reinados”. Le entregaron su cetro y pusieron su corona en Machala, Ecuador, mientras la ciudad celebraba la feria del fruto, con candidatas de todo el mundo, con una colombiana como favorita y con una alemana que le pisaba los talones.

Y sí, en los registros de la feria todavía aparece su nombre, como volvió a aparecer en las listas de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Eafit tras un año de ausencia. La universidad se convirtió en un suplicio porque la llamaban reina en todas partes con ese tono burlón que invitaba a dar cachetadas y las noches eran largas frente al computador programando en lenguajes extraños de máquina que no funcionaban. Dejó de ser reina para ser una plebeya que tenía que estudiar como cualquier mortal después de haber vivido en un Edén de asistentes, cocineros, maquilladores, diseñadores y vestidos. No era gloría, pero definitivamente era más amable que hablar de compiladores, de redes y de software.

No era famosa pero en Colombia comenzaron a preguntar quién era esa rubia que participaba en el reality Nómadas, que se veía tan bien en televisión. Mucho más cuándo ganó superando a figuras como el Tino Asprilla, al ‘Pibe’ Valderrama y a otros tantos que recorrían el país cumpliendo carreras de observación. Quién era esa mujer que empezaba a participar en las novelas de las tardes y después hacía de secretaria en Nuevo Rico Nuevo Pobre y de periodista en Todas odian a Bermúdez. Era Isabel Cristina Estrada, la misma que en el colegio formaba parte de la selección de voleibol de Antioquia, la misma que hoy es esposa de Lucas Arnau y la misma que sufre de pesadillas cuando come mucho por las noches.

Isabel Cristina dejó atrás el mundo de las fórmulas y las cifras exactas, sin dejar de ser ingeniera y emprendió sus clases para “liberar el alma”, que es como define la actuación. Ya era una celebridad cuando participó en el la Teacher de Inglés y en El Joe la leyenda. Ya tenía seguidores en Twitter que le reconfortaban el ánimo y ya era un ‘sex simbol’ aunque ahora no lo reconozca, mientras los Beatles del cuadro de su casa pareciera que no pudieran dejar de mirarla.

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